Este platillo novohispano comenzó a prepararse con mayor frecuencia durante el siglo XVIII.
La llegada de la capirotada a México fue desde las primeras visitas de Hernán Cortés. Se cree que fue con este platillo con el que el conquistador envenenó a Francisco de Garay. Hacia 1780, Fray Gerónimo de San Pelayo incluía en su libro de cocina una receta que refería a la capirotada como un platillo de vigilia. La receta de San Pelayo consistía en varias capas de pan, queso y aderezo a base de jitomate.
Probablemente la popularidad del platillo sin carne fue debido al resultado de alguna crisis de alimentos a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la carne escaseó; puede ser, también, que sólo fuera un plato de temporada y de estatus social, ya que la carne había elevado de manera considerable su precio y era difícil de conseguir.
La versión de la capirotada como un platillo dulce se popularizó hasta el siglo XX. Fue entonces cuando se nombró, también, como una receta de vigilia. Actualmente, este postre es muy típico de la cocina mexicana, cada región tiene su estilo, manera de preparación y entre los hogares mexicanos es algo muy tradicional que se incluye en cuaresma con una serie de platillos tradicionales como pescado, tortas de camarón, empanadas, croquetas, lentejas, habas y frijoles.
La capirotada es un postre típico de los estados de Aguascalientes, Baja California, Guanajuato, Jalisco, Michoacan, Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Durango y Tamaulipas. Consiste en pan tostado, o añejado hasta que se deshidrata, o en el caso de Jalisco de virote salado, cortado en rodajas que son puestas a cocer junto con trozos de plátano, pasas, nueces, guayaba y cacahuates, cubierto con jarabe de piloncillo y queso de mesa rallado.
Aquí te presentamos una receta tradicional, fácil, rápida y muy rica para temporada de cuaresma:
Ingredientes:
Aceite para freír
20 rebanadas de bolillo o pan blanco
2 litros de agua
½ kilo de piloncillo
1 taza de azúcar
2 rajas de canela
4 clavos de olor
½ taza de cacahuate
½ taza de pasitas
150 gramos de queso adobera
½ taza de nuez picada
Nueces en mitades para adornar
Preparación:
Tomar las rebanadas de aproximadamente 2cm de grosor, secar al sol o esperar a que sequen para conseguir una textura dura y seca. Freír en aceite hasta que dore ligeramente.
Hervir el agua junto con el piloncillo, el azúcar, la canela y los clavos, esperar a hasta obtener una mezcla con la consistencia de un jarabe ligero. Colar en un recipiente y esperar a que entibie.
En un recipiente o cazuela de barro debes poner la primera capa de rebanadas de pan frito, cubre con cacahuates, pasitas, nueces y queso rallado.
Baña con la miel de piloncillo y repite el procedimiento hasta que se llene el recipiente.
Adorna con mitades de nuez y gragea.
Hornear a fuego medio hasta que se dore.